sábado, 12 de febrero de 2011

LA SANGRE DEL NUEVO PACTO.

LA VOZ DE LA FE


Boletín Evangélico.





LA SANGRE DEL NUEVO PACTO.

Por H. C. Morán.







"Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión." (Hebreos 9:22).



Ya dijimos en nuestro tratado de "Los dos pactos", que el antiguo pacto fue instituido con sangre de animales. El nuevo pacto fue instituido también con sangre, con la sangre de Jesús el Hijo de Dios. Desde el momento en que Jesús fue tomado preso el día de su arresto y presentado ante los ancianos de Israel, empezó ser vejado y golpeado; su sangre empezó a ser derramada aun antes de ser crucificado. Sus manos y pies fueron clavados a la cruz, derramando su sangre hasta morir. Todo esto para que la humanidad pecadora tuviera un medio efectivo para salvarse. Fue necesario que alguien santo y sin pecado como nuestro Señor Jesucristo, fuera muerto por nuestros pecados:

"...llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados." I Pedro 2:24).



Las heridas de Jesús le fueron inflingidas, para que nosotros fuéramos sanados porque sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados.

"Por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre..," (Romanos 3:24-25).

Al que cree en Cristo, Dios le muestra su misericordia quitándole su culpa y remitiéndole sus pecados. En Cristo, Dice Pablo, "...tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de su gracia...," (Efesios 1:7); misma expresión encontramos en Colosenses 1:14.



Tomemos nota de unas palabras halladas en estos dos versículos: Justificados, gratuitamente, gracia, redención, propiciación, fe, y perdón.



Para justificados, aparece en el texto citado, la palabra griega dikaiosis que denota el "acto de pronunciar justo, justificación, absolución. Se utiliza dos veces en la Epístola a los Romanos, significando el establecimiento de una persona como justa por absolución de culpa." (Dicc. Vine). Significando con esto que por la sangre de Cristo somos absueltos de nuestros pecados y establecidos como justos ante Dios, por Dios mismo.



La justificación es otorgada gratuitamente. Gratuitamente es la traducción de la palabra gr. dorea que sig. don, un presente. La justificación es un don, un presente, un regalo que Dios nos otorga a quienes creemos en Cristo.



Justificados gratuitamente por su gracia: Gracia, del griego caris, "por parte del otorgador, la disposición amistosa de la que procede un acto bondadoso, gracia, bondad, buena voluntad en general (p.ej.Hch. 7:10); especialmente con referencia al favor o a la gracia divina (p. ej. Hch.14:26). Con respecto a ello se destaca su libre disposición y universalidad, su carácter espontáneo, como en el caso de la gracia redentora de Dios, y el placer o gozo que él se propone para el que la recibe; así se pone en contraste con deuda (Ro. 4:4, 16), con obras (11:6), y con la ley (Juan 1:17); véase también Ro. 6:14, 15 y Gá. 5:4)." (Dicc. Vine).

Según la definición que da el diccionario Vine acerca de la palabra gracia, entendemos que la justificación gratuita que Dios nos da en Cristo, es la muestra de su disposición amistosa y su buena voluntad hacía el hombre pecador. Dios desea llenarnos de gozo con su gracia bienhechora, al darnos el regalo de la justificación. Qué regalo más grande para el hombre que ser absuelto gratuitamente de todos sus pecados y declarado justo, inocente por la fe en Cristo. Pablo escribió: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado." (Romanos 4:7-8). La justificación y por ende la salvación, se nos otorga gratuitamente, por la fe en Cristo; no queriendo decir con esto que la salvación no costó nada; el precio pagado por la salvación fue la sangre de Cristo, a nosotros, sin embargo, se nos ofrece gratuitamente con tan sólo creer en quien murió y resucitó para salvarnos.



"...mediante la redención que es en Cristo Jesús." Redención es la otra palabra que se destaca en los vers. citados. Apolutrosis, es la palabra griega traducida redención en Ro. 3:24; significa liberación a cambio de un rescate.



(Apolutrosis se utiliza de:

(a) de liberación de un tormento físico (He. 11:35);

(b) de la liberación del pueblo de Dios en la venida de Cristo con sus santos glorificados (Lc.21:28; 2 Ts. 2:8);

(c) perdón y justificación, redención como resultado de la expiación, liberación de la culpa de los pecados (Ro. 3:24 <>); Ef. 1:7, definida como <>, indicándose con ello tanto la liberación de la culpa y de la condenación contra el pecado como la entrada en una vida de libertad, <> (Ro. 6:4 RV); He. 9:15: <>, donde <> es equivalente a <>, usándose el caso genitivo del objeto del cual se consigue ser liberado, no de las consecuencias de las transgresiones, sino de las transgresiones mismas; (Dicc. Vine).

(Es decir, nuestro pecado es remitido, y somos declarados inocentes como si nunca hubiéramos pecado ¡Alabado sea el Señor!)

(d) la liberación del creyente de la presencia y poder del pecado, y de su cuerpo de la esclavitud de corrupción, a la venida (la parusia en su fase inicial) del Señor Jesús (Ro. 8:23: <>; 1 Co. 1:30: <>; Ef. 1:14: <>; 4:30: <>). (Todo lo anterior fue tomado del diccionario Vine).

Como podemos ver, por su sangre, Cristo nos libertó de la culpa del pecado, de la condenación por el pecado y del poder del pecado; por la fe en él ya no tenemos culpa, ya no iremos a la condenación eterna en el infierno, y podemos vencer el pecado; quien está en Cristo tiene poder sobre el pecado, ya no está indefenso ante el poder del pecado. Antes fuimos esclavos del pecado, pero Cristo nos libertó de él, y nos dio poder para vencerlo.



"Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tu fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra." Apocalipsis 5:9-10). Es el nuevo canto que entonan los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos delante del cordero.

También el apóstol Pedro, escribe: "sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra manera de vivir...con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación," (1 Pedro 1:18-19).



Propiciación: Jilasterion, es la palabra griega que en Romanos 3:24, se traduce como "propiciación" o "propiciatorio"; Esta palabra esta relacionada con jilascomai, "la cual se usaba entre los griegos con el significado de hacer propicios a los dioses, apaciguar, propiciar, en tanto que no se concebía que la actitud de ellos fuera de buena voluntad, sino algo que se tenía que ganar." (Dicc. Vine). El Nuevo Diccionario Bíblico dice que "Propiciación significa, estrictamente, la remoción de la ira por medio de una ofrenda."Los paganos creían que debían ofrecer sacrificios y ofrendas para ganarse el favor de sus dioses; en el caso de nosotros, no fue así; en nuestro caso, fue Dios mismo quien proveyó el sacrificio; Él mismo proveyó la ofrenda por nuestros pecados, de otra manera nosotros nunca habríamos podido reconciliarnos con Dios, pues ningún sacrificio ni ofrenda que nosotros hubiéramos podido dar habría sido suficiente como pago por nuestras transgresiones, sólo la sangre de Jesucristo, el Santo hijo de Dios, fue suficiente para apartar la ira de Dios de sobre el pecador, porque la Biblia dice que: "La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos." (Salmo 34:16). No fuimos nosotros quienes ofrecimos un sacrificio propiciatorio, fue el mismo Creador quien entregó a su Hijo Jesucristo como la ofrenda propiciatoria por el pecado. "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros,..." (Ro. 8:32a). El Padre entregó al Hijo a la muerte y el Hijo aceptó la voluntad del Padre: "...Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante." (Efesios 5:2). Aquí dice que Cristo nos amó; en Ro. 5:8, dice: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo murió por nosotros." Por amor a nosotros, el Padre entregó a su Hijo amado a la muerte; por amor a nosotros, el Hijo entregó su vida. (Jamás se nos ocurra decir que no hay nadie que nos ame; Dios Padre y Dios Hijo, nos aman con un amor sin igual, sin pasar por alto el amor que el Espíritu Santo tiene por nosotros).



Perdón.- Perdón es la traducción de la palabra griega afesis, significa despido, liberación. Se utiliza de la remisión de pecados. Esta palabra está relacionada con afiemi que significa primariamente enviar afuera, despedir; denota además de sus otros significados remitir o perdonar ya sea deudas o pecados.

"Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre." (1 Juan 2:12). En este versículo el verbo al igual que su nombre, "significa en primer lugar la remisión del castigo debido a una conducta pecaminosa, la liberación del pecador de la pena impuesta por Dios, y por lo tanto justa. En segundo lugar, involucra la eliminación total de la causa del delito. Tal remisión se basa en el sacrificio vicario, es decir sustitutorio (lo subrayado es mío), y propiciatorio de Cristo." (Dicc. Vine).



Fe.- La palabra griega es pistis y significa: "firme persuasión, convicción basada en lo oído. Se usa en el NT siempre de fe en Dios o en Cristo, o en cosas espirituales. Se usa de: confianza." (Dicc. Vine).



Por la fe nos apropiamos de todos los beneficios que nos proporciona Dios por medio de la muerte de su Hijo Jesucristo. Estamos firmemente convencidos de ello; hemos sido persuadidos por lo que dice sobre ello la Palabra de Dios. Creemos que somos perdonados de todos nuestros pecados, sean grandes o pequeños. Creemos que somos justificados gratuitamente por la fe en Cristo y no por hacer obras buenas. Creemos que Cristo se presentó como un sacrificio propiciatorio por nosotros. Creemos que Cristo murió en nuestro lugar como nuestro sustituto. Creemos que la gracia de Dios hacía nosotros se manifestó en ese acto maravilloso de enviar a su Santo Hijo en sustitución de nosotros, terribles pecadores. Creemos que por la fe en Cristo somos liberados de la condenación eterna, condenación bien merecida por causa de nuestros pecados. Creemos que por el sacrificio de Cristo tenemos garantizado el perdón de nuestros pecados presentes, pasados y futuros. "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9). Si hemos pecado debemos confesar a Dios nuestros pecados y él nos perdona en base al sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo." (1 Juan 2:1-2).

La fe es lo único que nos garantiza que obtendremos los beneficios prometidos; Pablo escribió que por fe andamos, no por vista..Y aun más, Pablo escribió: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan." (Hebreos 11:6). Aquí San Pablo afirma que sin fe es imposible agradar a Dios, o sea que, sólo es posible agradar a Dios si tenemos fe; por la fe, dice Pablo en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos que algunos hombres tomaron decisiones importantes, y otros vieron hechos maravillosos, y otros más estuvieron dispuestos a morir por su fe. En su ministerio terrenal, Nuestro Señor Jesucristo, censuró a sus discípulos por su carencia de fe, y elogió a quienes demostraron fe.

Cuando el día de la tempestad, la barca en que viajaban era azotada por las olas, los discípulos despertaron al Señor Jesús, diciéndole: ¡Señor, sálvanos que perecemos! El Señor les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?

"¡Señor, sálvame! gritó Pedro, cuando empezó a hundirse después de haber caminado sobre el agua. Jesús lo tomó de la mano, y le dijo: "

¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? (Mateo 14:30-31).

A la mujer que tocó su manto y quedó sana, el Señor Jesús, le dijo: "Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado." (Mateo 9:23).

Al ver la fe del centurión que creyó que aun a distancia Jesús podía sanar a su criado solamente con su palabra, el Señor, dijo: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe" (Lucas 7:9).

"conforme a vuestra fe sea hecho", dijo Jesús a los dos ciegos que creían que él los podía sanar de su ceguera. (Mateo 9:29). La fe es de vital importancia en nuestra relación con Dios y en la obtención de todos los beneficios que Dios no concede en Cristo.

San Pablo escribe en la carta a los Hebreos: "Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere no agradará a mi alma." (Hebreos 10:38).



Al ofrecerse como la ofrenda propiciatoria por el pecado del hombre, fue necesario que la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo fuera derramada. En base a ese sacrificio, nosotros que creemos, somos perdonados, somos redimidos de la condenación eterna, la cual justamente merecíamos por causa de nuestro pecado; somos librados también del poder y la presencia del pecado. "Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia." (Romanos 6:17-18). Fuimos esclavos del pecado, pero ahora somos libres por la sangre de Cristo. San Pablo dice: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud." (Gálatas 5:1). Por supuesto que aquí se refiere a no volver a esclavizarnos bajo la ley de Moisés, pero podemos aplicarlo a no caer otra vez en la esclavitud del pecado.



Además de justificación, redención y perdón, por su sangre derramada, Cristo nos proporciona también:

Limpieza de nuestra conciencia "Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a si mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (Hebreos 9:13-14).



Santificación es otro de los beneficios que obtenemos de la cruenta obra de Cristo: "Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta." (Hebreos 13:12).

"Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén." (Ap. 1:4-6).



La sangre de Jesús también nos asegura la victoria sobre el enemigo: "Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte." (Ap. 12:10-11).



La sangre de Jesucristo nos abre un camino hasta la presencia de Dios: "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura." (Hebreos 10:19-22).



La sangre de Jesús, derribó las barreras que existían entre judíos y gentiles:

"11Por tanto acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.

12En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

13Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

14Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,

15aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en si mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,

16y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.

17Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;

18porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.

19Asi que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,

20edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

21en quien todo el edificio bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en Espíritu." Efesios 2:11-21).



Jesús dijo: "También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño y un pastor." (Juan 10:16). Con toda seguridad podemos decir que Jesús se está refiriendo a judíos y gentiles como las ovejas de dos diferentes rediles, los cuales por su sacrificio habrían de ser agrupados en un solo cuerpo, formando ambos pueblos el edificio espiritual, del cual Cristo es la piedra angular. La única forma para hacer de los dos pueblos uno solo, era "derribando la pared intermedia de separación." (Efesios 2:14). La cual pared, según lo que dice Pablo, era "la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas,..." es decir, la ley de Moisés, la cual separaba a judíos y gentiles. Dicha causa de separación quedó derribada cuando Cristo derramó su sangre en la cruz. La misma idea es presentada por Pablo a los colosenses en las siguientes palabras:

"Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, anulando el acta de los decretos, que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz." (Colosenses 2:13-14). El acta de decretos (la ley de Moisés) que había contra nosotros fue clavada en la cruz. Al ya no haber ley, ya no hay transgresión, y al no haber transgresión, ya no hay condenación. Al ser clavada la ley en la cruz, ya no está vigente; al ya no estar vigente, el querer justificarse por ella ya es en vano; La única manera que nos queda para justificarnos, es la fe en Cristo. La fe en Cristo es la única manera que queda para que, judíos y gentiles, sean justificados, por lo tanto, salvos. "Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley...Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión." (Romanos 3:28 y 30).

¡Gran sabiduría de Dios! En la cruz de Cristo anuló el obstáculo que impedía que judíos y gentiles llegaran a ser un solo pueblo. Al ya no estar bajo la economía de la ley de Moisés, judíos y gentiles por la fe en Cristo formamos la familia de Dios, el cuerpo de Cristo, el edificio de Dios, la casa de Dios, el templo de Dios, labranza de Dios. Con su muerte Cristo hizo la paz. Bien merecido tiene Cristo el titulo de "Príncipe de paz". A los colosenses, Pablo les dice: "Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz." (Colosenses 1:19-20).

No podemos dejar de mencionar las palabras que nuestro Señor Jesucristo dijo, de si mismo: "Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mi permanece, y yo en él. Como me envió en Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, el también vivirá por mi. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente." (Juan 6:53-58). Por supuesto que Jesús no está hablando de comer literalmente su carne y beber su sangre, sino de creer en él como lo dice en un versículo anterior del mismo capítulo: "Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida; y yo le resucitaré en el día postrero." (Juan 6:40). Por lo tanto: comer la carne de Jesús y beber su sangre, significa, creer en él. Los que creemos en él, tenemos vida eterna.























Todos los textos son tomados RV60.

2 comentarios:

Unknown dijo...

MUY BUENO TUS APORTES. DIOS TE SIGA DANDO MAS DE ESTA RIQUEZA PARA COMPARTIRNOS!

Helio Cruz dijo...

Gracias por tu comentario. Dios te bendiga.